La Desesperación De Los Refugiados Somalíes
Alrededor de 7.000 somalíes llegan cada mes a Dadaab, al norte de Kenia, huyendo de la guerra y del hambre. Este complejo, compuesto por los campos de refugiados de Dahaley, Ifo y Hagadera, y situado a unos cien kilómetros de la frontera, se ha convertido en el mayor grupo de campamentos de refugiados del mundo. En los tres campos, operados por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), residen más de 270.000 personas.
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El motivo principal que les lleva a dejar su país es el aumento de la inseguridad. Según un informe de Médicos sin Fronteras (MSF), aunque los somalíes llevan huyendo desde que empezó la guerra, hace 18 años, ha sido a principios de 2008 cuando, empujados por el aumento de enfrentamientos entre el ejército somalí y las milicias islamistas, han crecido las huidas.
Los campamentos de Dahaley, IFo y Hagadera fueron instalados en 1991 para albergar a 90.000 personas y sin embargo acogen a un número tres veces superior. Además la ONU espera que a mediados de junio aumente el número de llegadas ya que las lluvias de abril y mayo han impedido alcanzar la frontera a los que estaban huyendo en esos momentos.
El hacinamiento ha hecho que las agencias humanitarias hayan pedido más espacio al Gobierno keniano. El objetivo es construir un cuarto campo para que las necesidades más básicas de estas personas estén cubiertas.
La situación actual hace que miles de refugiados tengan que enfrentarse cada día a la falta de alimentos, agua y abrigo y que muchos, según MSF, estén considerando la posibilidad de regresar a Somalia.
A todo esto se une el aumento del precio de los alimentos y la caída de las donaciones internacionales a causa de la crisis financiera global. Los bajos niveles de los stocks de alimentos en los almacenes del Programa para la Alimentación Mundial han provocado la reducción del 30% de las raciones en los campos.
Una reciente encuesta de Médicos sin Fronteras hecha en el campo de Dagahaley reveló una prevalencia de desnutrición aguda del 22,3%, muy por encima de lo que se considera el umbral de la emergencia. Se necesita de forma urgente más apoyo por parte de los financiadores para asegurar que esta situación no vuelva a repetirse.
La escasez de servicios de agua y saneamiento en los campos también es alarmante. Algunos residentes del campo de Dagahaley sobreviven con apenas tres litros de agua al día. Hay que cavar más pozos de inmediato. La falta de letrinas incrementa la amenaza de epidemias.
También los refugios son totalmente inadecuados. Y es que, ante la falta de espacio, muchos refugiados se han visto obligados a construir estructuras provisionales y algunas personas viven bajo los árboles.
Pero a pesar de las malas condiciones de Dagahaley, la situación no es peor que en Somalia. El viernes, los enfrentamientos del ejército somalí con los grupos islamistas provocaron la muerte de al menos 56 combatientes. Más de 18.000 civiles han perdido la vida en los dos últimos años. En la imagen, una joven de 19 años mantiene a su recién nacido en la sala de maternidad de una clínica de salud.
Los 270.000 somalíes refugiados en estos campos no son los únicos afectados por los enfrentamientos en el país africano. Dentro de Somalia, un millón de personas permanecen desplazados, tres millones precisan de ayuda alimentaria de emergencia y cientos de miles están refugiados en Yibuti, Etiopía y Kenia.
Ali Mohammed Hassan, de 60 años, se sienta dentro del refugio. Hassan, que huyó de la violencia en Somalia el año pasado, dijo que sufre de depresión y desesperación como otros muchos compañeros del campo.
En 2006, Kenia cerró sus fronteras para impedir la entrada de los islamistas tras su derrocamiento del poder por parte de las fuerzas conjuntas etíopes y del Gobierno de transición. La ONU mantiene negociaciones con las autoridades kenianas para que reabran los pasos fronterizos, pero Nairobi sostiene que la apertura de las fronteras podría exponer al país a una entrada masiva de refugiados y armas ligeras que agravaría aún más la inseguridad.