¿Me dejarás venir por ti…?

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«Por eso bloquearé con espinos su camino. Construiré una pared alrededor de ella para que no pueda encontrar sus caminos. Ella irá tras sus amantes, pero no los alcanzará. Los buscará, pero no los encontrará. Entonces dirá: “Regresaré con mi primer esposo. Mi vida era mejor cuando estaba con él” (Oseas 2:6,7)

Decir que el Sacrificio en la Cruz es TODO lo que Jesús vino a hacer a esta Tierra, sería como decir «Sabe bien…» cuando estás frente a tu helado favorito. Cuando lo que realmente piensas es que estás frente a la combinación de sabores más deliciosos que has probado. Simplemente no sería suficiente.

En cierta ocasión Jesús estaba en el Monte de los olivos… Pienso que ese era uno de sus lugares favoritos.
Al llegar la mañana, muy temprano fue al Templo, comenzó a enseñar, a predicar… Y repentinamente un grupo de hombres: Escribas y fariseos, le trajeron a una mujer… No era cualquier mujer, ella había sido descubierta en el acto del adulterio.
No me explico como ellos llegaron a su casa, y entraron a su habitación para encontrarle y luego acusarle.
Sin embargo en ese momento llegaron con un juicio dictaminado:
«Maestro, esta mujer ha sido tomada en adulterio, en el mismo acto.
Y en la ley Moisés nos mandó apedrear a las tales: ¿tú pues qué dices?»

Ellos NO se encontraban sorprendidos, e ignorantes del cómo actuar frente a un caso como este. Al contrario, sabían perfectamente cuál era el modus operandi en tales casos… PERO ellos tenían una INTENCIÓN clara:

«Y esto lo dijeron, tentándole, para que tuviesen de qué acusarle.»

Si pudiésemos recrear esa escena en nuestra mente, estoy segura que la música que escogeríamos para ese momento sería de «suspenso».
Un silencio se provocó en el ambiente… Todos aguardaron, expectantes para conocer que sería lo que Jesús diría, haría.
¿Tomaría una piedra y sería el primero en apedrearle?
¿Se mantendría en silencio sin saber que decir?
¿Se iría abandonando a la mujer con sus acusadores?

Veamos: «Jesús se inclinó y se puso a escribir en el suelo con el dedo.»

Ah?
Todos los que hemos llegado hasta ese momento de la historia, quedamos con un gran signo de pregunta… (Es una de las preguntas que tengo apuntados en mi mente cuando esté en la Presencia del Señor…)

Él… se inclinó. Y se puso a ESCRIBIR en el suelo.

Jesús JAMÁS fue PREDECIBLE… ya lo habrás notado.
Luego de la sorpresa (tengo la certeza que quedaron atónitos al igual que nosotros..) insistieron… una y otra vez.

Hasta que Jesús habló.
Él dijo: «Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le arroje la primera piedra.»
«Si alguno de ustedes nunca ha pecado, tire la primera piedra.»
«Está bien, matadla, ¡pero que arroje la primera piedra el que de vosotros nunca haya pecado!»
(Distintas versiones de una misma realidad)

El mensaje era claro. Y repentinamente… solo quedó polvo levantado, silencio, y la mujer en cuestión solitaria en la escena.

Y es AQUÍ en donde sucede algo MARAVILLOSO.
Jesús miró a la mujer. Jesús sabía lo que ella había hecho. Jesús NO había cometido pecado. Jesús SI podía apedrearle. Jesús decidió no condenarla. Jesús la amaba. Jesús la amaba sin importar lo que hubiese hecho.
Jesús le deja ir: AMADA, VALORADA, DIGNIFICADA, PERDONADA, NO CONDENADA, ESPERANZADA, HONRADA.
Jesús le devolvió la PAZ.

Jesús no tan solo vino a MORIR para cambiar nuestra eternidad. Él también vino a sanar nuestro herido corazón, vino a limpiarnos, a redimirnos de nuestras malas decisiones, Él vino corriendo con Su amor, como el príncipe viene en búsqueda de Su amada, que se ha encontrado enclaustrada, presa, abandonada, dormida, herida.

…¿Me dejarás venir por ti…? – Jesús.

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