¿Donde Estaba Dios el 11 de Septiembre del 2001?
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El martes, 11 de septiembre de 2001, fueron destruidas las torres gemelas del Centro Comercio Mundial “World Trade Center” en la ciudad de New York. Cinco días más tarde, mientras preparaba este mensaje, miré por la ventana de mi estudio de nuestro apartamento que queda en el piso número 30 del edificio donde vivimos. Todavía se podía ver humo saliendo de las ruinas. Las nubes de humo subían de los escombros y se esparcían sobre el río Hudson, pasando sobre la Estatua de la Libertad.
El siguiente domingo, justo antes de predicar este mensaje en la Iglesia de Times Square, lloré al ver la absoluta devastación. Le supliqué a Dios que tuviera misericordia: misericordia por las familias que están sufriendo por la pérdida de sus seres queridos. Misericordia por aquellos que todavía están excavando en los escombros, esperando localizar sobrevivientes, pero encontrando solamente cadáveres y partes de cuerpos. Misericordia por los policías, los bomberos y los voluntarios que lloraron abiertamente ante los horrores tan indescriptibles que vieron.
Nuestra iglesia pudo establecer en el epicentro de la tragedia una tienda de campaña para ofrecer ayuda. Líderes ministeriales y obreros de nuestra congregación trabajaron sin descanso, por 24 horas al día, dándoles alimentos y ánimo a los agotados socorristas.
Seis semanas antes del desastre, el Espíritu Santo advirtió a nuestro cuerpo de pastores que se avecinaba una calamidad. Habíamos programado varios eventos mayores para las semanas sub-siguientes, incluyendo la Conferencia de Misiones y la Convención de Jóvenes. Pero el Espíritu de Dios nos llamó a cancelarlos todos. En su lugar, nos sentimos movidos a llamar nuestra congregación a la oración.
Decidimos tener servicios de oración cuatro noches a la semana. Desde el mismo principio, cada servicio de oración fue marcado por un imponente silencio que sobrevenía sobre la congregación. Nos sentamos calladamente en la presencia del Señor, muchas veces en total silencio, hasta por una hora, seguido por un llanto suave y un arrepentimiento de corazón. En uno de los servicios, tuve que aguantarme las rodillas con las manos para hacer que dejaran de temblar por la imponente presencia de Dios.
Durante esta visitación del Señor, el Espíritu Santo reveló que había una razón para este llanto en nuestros corazones. Estábamos siendo tan conmovidos porque se acercaba una tragedia. Una fuerte calamidad se acercaba a la nación. Y aún cuando no sabíamos lo que era, nuestros corazones fueron movidos a interceder con relación a ella.
De repente, golpeó la calamidad. Y no sólo golpeó nuestra ciudad, sino que también golpeó la ciudad capital. Uno de los reporteros de noticias declaró: “Piensen esto: nuestros dos símbolos de poder y prosperidad fueron golpeados en una hora.” Él no sabía que estaba citando de Apocalipsis 18:10: “¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio!”
Mientras un policía de nuestra iglesia ayudaba en el epicentro de la tragedia, sus compañeros policías le seguían preguntando: “¿De qué se trata todo esto? ¿Qué está pasando?” Mientras tanto, toda la nación se pregunta: “¿Dónde está Dios en todo esto?”
Está bien que hagamos esta pregunta. Necesitamos entender dónde está Dios en esta calamidad. Y para hacer esto, necesitamos confiar solamente en su Palabra. Hemos oído cientos de opiniones de los expertos de los medios y de los políticos. Pero todas sus retóricas han comenzado a sonar igual. No comprenden el significado real de esta repentina destrucción.
Les puedo asegurar una cosa: esto no tomó a Dios por sorpresa. Él conoce los pensamientos de todos los seres humanos, incluyendo los de cada gobernante, déspota y terrorista. El Señor vigila los movimientos de cada persona en toda la masa de la humanidad. Él sabe cuándo nos sentamos o nos levantamos. Y te puedo decir que esto es seguro: Dios tiene todo bajo control. Nada ocurre sobre la faz de la tierra sin que Dios lo sepa, sin que lo haya permitido y, a veces, sin que él esté actuando tras eso.
Si tú eres cristiano, sabes que Dios le ha
enviado un mensaje a América y al mundo
a través de este desastre.
Ministros y teólogos están diciendo en todas partes: “Dios no tiene nada que ver con estos desastres. Él no permitiría que ocurran cosas tan terribles como éstas.” Sin embargo, nada está más lejos de la verdad. Esta manera de pensar está haciendo que nuestra nación rápidamente pierda el mensaje que Dios nos quiere hablar a través de la tragedia.
El hecho es que tenemos que tener una palabra de Dios. Como muchos pastores, he llorado y me he afligido por esta terrible calamidad. He buscado al Señor en oración y a través de su Palabra. Y quiero decirte que he experimentado un sufrimiento que es más profundo que el dolor que sentimos por la muerte de gente inocente. Es un sufrimiento que dice que si no captamos el mensaje de Dios, si cerramos nuestro oído a lo que Dios está proclamando a viva voz, entonces tenemos reservado para nosotros algo mucho peor.
El profeta Isaías habla directamente a lo que nosotros acabamos de experimentar. (Si tienes alguna objeción en que yo use ejemplos del Antiguo Testamento, considera lo que Pablo dice sobre este asunto: “Ahora todas estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos.” [1 Corintios 10:11]. Pablo hace claro que los ejemplos del Antiguo Testamento nos revelan cómo Dios se mueve en tiempos como los nuestros.)
Para el tiempo que Isaías profetizó, Dios había estado tratando paciente-mente con Israel por 250 años. El Señor les había enviado “aflicciones ligeras”, llamándoles al arrepentimiento. Él estaba tratando de enamorarlos, sacándoles de su idolatría, y trayéndoles de vuelta a su bendición y favor.
Pero esta nación escogida rechazó el llamado de Dios al arrepentimiento. “Mas ellos no obedecieron, antes endurecieron su cerviz.” (17:14). Estas personas se burlaron de los profetas que les llamaron a la humildad. En lugar de oírles, “siguieron la vanidad, y se hicieron vanos… dejaron todos los mandamientos de Jehová su Dios… y se entregaron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, provocándole a ira.” (17:15-18).
Dios llamó a Israel para despertarle.
La primera llamada que Dios le hizo a Israel para despertarle vino como una invasión de Asiria. Este archi-enemigo atacó dos provincias israelitas: Zabulón y Neftalí. Afortunadamente, los ataques se limitaron a estos dos puntos y el daño fue mínimo. Sin embargo, Dios le estaba hablando claramente a su pueblo. El pueblo escogido por Dios perdió su sentido de seguridad. Aún así, no captaron el mensaje que Dios les estaba hablando.
Entonces Israel recibió una segunda llamada. Ésta fue una muy severa. Dos naciones que las Escrituras llaman “enemigas de Israel” – los sirios y los filisteos – combinaron sus fuerzas para atacar repentinamente a Israel. Según Isaías, el ataque vino “del oriente… del poniente.” (Isaías 9:12). Esto quiere decir que los invasores vinieron del este y del oeste, rodeando a Israel. Y este ataque repentino fue totalmente devastador.
Ahora llegamos al corazón de este mensaje y a la pregunta que la mayor parte de los americanos se están haciendo: “¿Dónde estaba Dios en esta invasión repentina de nuestra tierra? ¿Qué se supone que haga su gente con este desastre que les ha sobrevenido?” Isaías nos dice que Dios fue fiel en hablarle a su pueblo: “El Señor envió palabra a Judá, y cayó en Israel.” (Isaías 9:8). Dios habló claramente. Y envió el mensaje a toda la nación.
Amados, este verso nos dice algo muy importante en nuestra propia hora de devastación. Simplemente dice: “Dios siempre envía su palabra.” Nunca en la historia Dios ha dejado a su pueblo sin darle indicios en tiempo de calamidad. Él nunca nos ha abandonado y nunca nos ha forzado a entender las cosas por nosotros mismos. Él siempre provee una palabra de entendimiento.
Aún ahora el Señor está levantando atalayas santos que hablan por él en estos tiempos. Estos pastores están sufriendo, llorando y arrepintiéndose mientras buscan el rostro de Dios. Y creo que están escuchando y entendiendo el mensaje del Señor tras los eventos presentes. Además, no tienen miedo de proclamar advertencias horrendas porque ellos saben que han oído de Dios. Están movidos a hablar de los propósitos de Dios detrás de estas calamidades.
Tengo que darles una palabra que
ninguno de nosotros quiere oír.
Muchos lectores no querrán recibir la palabra que les voy a dar. Piensan que es sin corazón, cruel en un tiempo de sufrimiento. Pero, les digo, si no oímos la verdad de Dios y la enfrentamos, nuestra nación está condenada. Esta es la palabra que escucho a Dios hablándonos ahora mismo: “Pero Jehová levantará los enemigos de Rezín contra él, y juntará a sus enemigos… Pero el pueblo no se convirtió al que lo castigaba, ni buscó a Jehová de los ejércitos.” (Isaías 9:11,13).
La Biblia aclara esto como el cristal: Dios usó naciones enemigas para castigar a su pueblo. El Señor manejó a esos enemigos como un instrumento de advertencia para Israel, llamando a la nación al arrepentimiento. “Oh Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira. Le mandaré contra una nación pérfida, y sobre el pueblo de mi ira le enviaré, para que quite despojos, y arrebate presa, y lo ponga para ser hollado como lodo de las calles.” (Isaías 10:5,6).
Dios llevó a esta coalición de enemigos de Israel para castigar a su pueblo escogido. El Señor estaba tratando de advertir a Israel: “Te has levantado con orgullo. Ahora te voy a bajar. Voy a permitir que seas disciplinado por tus enemigos.”
La coalición enemiga lanzó un ataque masivo. Y, de repente, los israelitas vieron con horror como sus edificios comenzaron a derrumbarse. Surgieron fuegos en las ciudades, destruyendo estructuras. En poco tiempo, Israel ardía en llamas. Y el pueblo de Dios comenzó a lamentarse: “Los ladrillos cayeron… cortaron los cabrahígos.” (9:10).
Después de presenciar los desastres recientes en New York y Washington, nos podemos imaginar lo que sintieron los antiguos israelitas. Sin embargo, ¿se arrepintió Israel después de este terrible ataque? ¿Hubo un reconocimiento a escala nacional de que Dios estaba enviándoles una advertencia? ¿Oyeron los gobernantes a Dios hablar a través de la terrible calamidad? No. La reacción de Israel fue exactamente lo opuesto. Su miedo inicial se convirtió rápidamente en una ola de orgullo nacional. “Y la sabrá todo el pueblo… que con soberbia y con altivez de corazón dicen…” (Isaías 9:9).
La palabra en hebreo para altivez en este versículo significa un sentido de grandeza. En otras palabras, una vez que terminó el ataque, los israelitas volvieron a ganar confianza. Declararon: “Los ladrillos cayeron, pero edificaremos de cantería; cortaron los cabrahígos, pero en su lugar pondremos cedros.” (Isaías 9:10). En otras palabras, estaban diciendo: ” Estas calamidades no vienen de nuestro Señor. Son simplemente del destino, desastres desafortunados que no pueden explicarse.”
“Somos una nación grande y poderosa. Somos un pueblo orgulloso, de gente que no cede. Y vamos a dejarle saber al mundo que estamos de vuelta. Construiremos todo nuevamente más grande y mucho mejor. En donde usamos ladrillos antes, ahora usaremos cantería. Y donde construimos de una manera barata, usaremos mejores materiales. Somos una nación bendecida por Dios. Y vamos a salir de este desastre siendo más fuertes que nunca.”
¿No les suena esto familiar? El Señor mismo ha usado a un vil enemigo para enviar un mensaje de advertencia de castigo a su pueblo. Él quiere despertarles de su condición y traerles nuevamente a él, derramar sus bendiciones sobre ellos, y rodearles con su protección. Sin embargo, a lo largo de los días de sufrimiento y horror, el pueblo de Dios nunca reconoció la mano de Dios en todo lo que estaba pasando. Nadie preguntó: “¿Qué nos está diciendo Dios a través de todo esto? ¿Nos está tratando de hablar?” Nadie pensó por un momento que esa nación grande, orgullosa podía ser humillada y castigada. Por el contrario, la gente usó esta ocasión para retar cualquier pensamiento como éste. Rehusaron oír la advertencia de Dios para ellos.
Te pregunto: después de todo lo que hemos presenciado en estas semanas recientes, ¿no le habla a tu corazón este ejemplo de Israel? Por favor, no me malinterpretes. Le doy gracias a Dios por tener un Presidente moral dirigiendo nuestro país. Le doy gracias a Dios por todos los cristianos que sirven en posiciones altas. Nuestra iglesia ora diligentemente por los líderes de nuestra nación. Y estamos muy agradecidos por el derrame temporero de oración a través de la nación. Es alentador ver las personas tomar las cosas sobriamente y comenzar a analizar sus estilos de vida.
Sin embargo, aún así, nos arriesgamos a no captar el mensaje de Dios para nosotros. Piensa esto: cuando nuestro público se reúne para tener un tiempo de silencio, pensamos que es un arrepentimiento verdadero. Cuando vemos a los políticos cantando “Dios bendiga a América”, pensamos que nuestra nación ha vuelto a Dios. Cuando vemos que en los eventos deportivos se observa un minuto de silencio a mitad de tiempo, pensamos que eso es una experiencia espiritual.
Pero, ¿es esto todo lo que va a resultar de este reciente desastre? ¿Que las personas en los estadios guarden un minuto de silencio en pie, entonces vuelvan a sus cuerpos pintados en colores vívidos, beban cerveza tras cerveza, y griten como maniáticos a su equipo favorito?
Como muchos americanos, lloré cuando vi a los senadores y a los congresistas parados en los escalones del Capitolio, cantado: “Dios bendiga a América… esté junto a nosotros, nos guíe…” Sin embargo, mientras lloraba, el Señor me recordó: “Muchos de esos líderes que ves cantando han estado trabajando para sacarme de la sociedad americana. Están aún determinados a remover mi nombre de los libros de historia americana. Y han permitido el asesinato de millones de bebés abortados.”
De repente, me golpeó la hipocresía absoluta de todo eso. Servimos a Dios de labios, pero seguimos deslizándonos en el lodo de la inmoralidad.
Cuando una nación está bajo la corrección
divina, reaccionará de una de dos maneras.
Una nación que está bajo el castigo, puede humillarse y arrepentirse, como lo hizo Nínive. O, puede servir a Dios de labios pero entonces en su interior confiar en su propia fuerza y alzarse sobre la reprensión. Harán un clamor: “Tenemos la fuerza para soportar cualquier desastre. Y tenemos la habilidad y la determinación para sobrellevar cualquier problema. Somos verdaderamente una gran nación.”
Soy tan patriota como cualquier otro americano. Y estoy entusiasmado como cualquiera otro por la unidad que está experimentando nuestra nación. Le doy gracias a Dios por los esfuerzos heroicos y los sacrificios increíbles que hemos visto después de los ataques terroristas. Todo el mundo está asombrado por fortaleza y el amor mostrado por las personas de New York, Washington DC y toda América en general.
Pero nos enfrentamos al mismo peligro al que se enfrentó Israel. En nuestro feroz patriotismo, fácilmente podemos dejar de captar el mensaje de Dios para nuestra nación. Y ahora mismo, estamos en la misma encrucijada en la que estuvo Israel.
Me pregunto: si hubiésemos vivido en el tiempo de Isaías, ¿habríamos escuchado sus advertencias proféticas? ¿O habríamos cerrado nuestros oídos a él? Tanto Jerusalén como Judá rehusaron creer que él les podía destruir. Sin embargo, Isaías profetizó: “¿No hará Dios con Jerusalén y sus ídolos lo que ha hecho con Samaria y sus ídolos?” (Isaías 10:11). En esencia, Dios estaba diciendo: “He juzgado a otras naciones por la misma idolatría que ustedes están practicando. ¿Por qué no les juzgaría yo? ¿Qué los exime de mi ley?”
A través de toda América la gente está teniendo servicios de “oración y conmemoración.” Es correcto y honorable (y completamente bíblico) recordar a aquellos que han muerto. Pero, ¿por qué tememos tener también reuniones de “oración y arrepentimiento?” Ahora mismo, la mayoría de los americanos están enfocados en recordar y vengar. Sin embargo, ¿dónde está el llamado para que América vuelva a Dios?
Isaías también trata también el asunto del castigo de los terroristas. Él declara: “Pero acontecerá que después que el Señor haya acabado toda su obra en el monte de Sion y en Jerusalén, castigará el fruto de la soberbia del corazón del rey de Asiria, y la gloria de la altivez de sus ojos.” (Isaías 10:12). De hecho, cuando Dios acabó de usar a Asiria como “la vara de mi ira”, él los destruyó. De la misma manera, Dios destruirá cualquier terrorista que ataque y asesine gente inocente. Dentro de poco encontrarán su destino eterno en el infierno.
Creo que este es el mensaje que Dios
está pregonando en nuestras calamidades.
En lo profundo de mi espíritu, escucho al Señor diciendo: “Te he prosperado sobre todas las naciones. Sin embargo, por años has persistido en adorar ídolos de plata y oro. He soportado tu sensualidad, que no te avergüenza, tus burlas de las cosas santas, tu derramamiento de sangre inocente, los esfuerzos que has hecho por eliminarme de tu sociedad. Ahora el tiempo se te está acabando.”
“Te he enviado profeta tras profeta, atalaya tras atalaya. Te he advertido una y otra vez. Sin embargo, no abres tus ojos a tus malos caminos. Ahora te he golpeado, con la esperanza de salvarte. Quiero sanar tu tierra, destruir tus enemigos, traerte de vuelta a mi bendición. Pero tú no tienes ojos para ver.”
Si Dios no libró a otras naciones que le proscribieron, ¿por qué libraría a América? Él nos juzgará como juzgó a Sodoma, Roma, Grecia y cada otra cultura que le ha dado la espalda a él
Considera lo que Dios habló a través de Ezequiel: “Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis casa de Israel? Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor. Convertíos, pues, y viviréis.” (Ezequiel 18:31-32).
Para cualquiera que duda que Dios siente dolor, aquí tenemos una prueba positiva de su gran compasión. Él también siente dolor y sufrimiento por la muerte. Nos dice en este pasaje: “No me complazco en ver que sufres y mueres. Por eso te suplico ahora: conviértete y vivirás.”
Dios llora especialmente por las calamidades que caen sobre gente inocente. En estas últimas semanas, puedes estar seguro que Jesús ha estado llorando por las víctimas de los ataques terroristas. Él dice que él “embotella las lágrimas de sus santos.” De hecho, creo que muchas lágrimas derramadas por los creyentes son las propias lágrimas de Dios, producidas por el Espíritu en nosotros.
Sin embargo, en ocasiones, la justicia de Dios y su rectitud le hacen aguantar su piedad. Y él tiene que llevar sus juicios hasta las últimas consecuencias. El ejemplo más grande de esto es el sacrificio de su Hijo, Jesús. La justicia demandaba que los pecados de todo el mundo fueran depositados sobre un hombre inocente, y que este hombre fuera condenando a morir por todos. Dime: ¿quién podía ser más inocente que el propio Hijo de Dios? Sin embargo, Cristo se dio voluntariamente a sí mismo como un sacrificio, para brindar liberación y salvación a toda la humanidad.
¿Qué le va a pasar a América si no capta el mensaje de Dios?
¿Cuál será el destino de nuestra nación si rechazamos el llamado de Dios de convertirnos a él completamente? ¿Qué pasará si continúan los abortos y se usan los fetos para investigaciones… si seguimos quitando el nombre de nuestro Salvador de la historia americana… si re-construimos todas las cosas mejores y más grandes, solamente para enriquecernos más… si descansamos en nuestra fuerza armada en lugar de confiar en el poder de Dios?
Isaías describe lo que pasa a cada nación que rechaza a Dios y que se jacta de su propia grandeza: “Porque la maldad se encendió como fuego, cardos y espinos devorará; y se encenderá en lo espeso del bosque, y serán alzados como remolinos de humo. Por la ira de Jehová de los ejércitos se oscureció la tierra, y será el pueblo como pasto del fuego; el hombre no tendrá piedad de su hermano. Cada uno hurtará a la mano derecha, y tendrá hambre, y comerá a la izquierda, y no se saciará; cada cual comerá la carne de su brazo.” (Isaías 9:18-20).
Fuegos devoradores subirán hasta el cielo. La oscuridad cubrirá la tierra. La economía será impactada con un golpe que la hará tambalear. Y habrá desunión en la nación, en las comunidades, en las vecindades, en las familias. Las personas solamente buscarán lo suyo propio, en una lucha desesperada por sobrevivir. Y que Dios te ayude si te llegas a acercar a ellos.
Hace nueve años me fue dado un mensaje profético y lo di a la Iglesia de Times Square el 7 de septiembre de 1992. Quiero compartirlo contigo ahora:
“Esta advertencia no es con la intención de asustarte. Tiene la intención de que vayas al Señor con ella y ores. Esto es lo que creo que Dios me ha mostrado:
“Caerán 30 días de castigo sobre la ciudad de New York de una manera que el mundo nunca ha visto. Dios va a derribar los muros. Habrá una violencia que no nos podemos imaginar, saqueos. La violencia va a ser tan feroz, que el mundo entero se sacudirá. Nuestras calles serán forradas por el ejército y la Guardia Nacional.”
“Se iniciarán miles de fuegos a la misma vez a través de la ciudad. Los fuegos en la ciudad de Los Angeles se limitaron a sólo ciertas secciones de la ciudad, pero New York y sus alrededores arderán. Times Square arderá y las llamas subirán hasta el cielo y se podrán ver a millas de distancia. Los camiones de bomberos no podrán manejarlas.
“Se detendrán los trenes y los autobuses. Se perderán billones de dólares. Todos los espectáculos en Broadway se cancelarán. Los negocios huirán de la ciudad en una hemorragia incontenible. Tales cosas se esperan en países del Tercer Mundo, pero no en una nación civilizada como los Estados Unidos. Sin embargo, dentro de poco después de esto, la ciudad de New York se irá completamente a la bancarrota. La ciudad reina será lanzada al polvo, convirtiéndose en una ciudad pobre.
“Te puedes preguntar: ¿cuándo ocurrirá esto? Todo lo que te puedo decir es que yo creo que estaré aquí cuando ocurra. Sin embargo, cuando ocurra, la gente de Dios no debe tener miedo ni pánico.”
Nuestro ministerio ha sido inundado con llamadas y mensajes, preguntándonos: “¿Fue el ataque terrorista del 11 de septiembre lo que usted profetizó en el 1992?” No, no lo creo. Lo que vi avecinándose era mucho más severo. De hecho, si América rehúsa convertirse a Dios, vamos a enfrentar los juicios que Israel enfrentó. Y no serán solamente para New York, sino también para cada región del país. Ni aún el centro del país se librará. La economía del país se derrumbará, y explotará la violencia. Los incendios consumirán nuestras ciudades, y los tanques retumbarán en las calles.
Tal vez te estás preguntando, como yo lo he hecho: “¿Se puede evitar esto?” Absolutamente que sí. Yo creo que se evitará esto si nuestro Presidente prueba ser un Josías. Recuerda que Josías fue el rey que buscó a Dios con todo su corazón. Todos debemos orar que Dios le dé a nuestro Presidente el mismo espíritu que tenía Josías, que tiemble ante la Palabra de Dios. El Señor dijo lo siguiente sobre Josías:
“Y ella les dijo: Así ha dicho Jehová el Dios de Israel: Decid al varón que os envió a mí: Así dijo Jehová: He aquí yo traigo sobre este lugar, y sobre los que en él moran, todo el mal de que habla este libro que ha leído el rey de Judá; por cuanto me dejaron a mí y quemaron incienso a dioses ajenos, provocándome a ira con toda la obra de sus manos; mi ira se ha encendido contra este lugar; y no se apagará.
Mas al rey de Judá [o al Presidente] que os ha enviado para que preguntaseis a Jehová, diréis así: Así ha dicho Jehová el Dios de Israel: Por cuanto oíste las palabras del libro, y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante de Jehová, cuando oíste lo que yo he pronunciado contra este lugar y contra sus moradores, que vendrán a ser asolados y malditos, y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, también yo te he oído, dice Jehová. Por tanto, he aquí yo te recogeré con tus padres, y serás llevado a tu sepulcro en paz, y no verán tus ojos todo el mal que yo traigo sobre este lugar. Y ellos dieron al rey la respuesta.” (2 Reyes 22:15-20).
En esencia, Dios le dijo al rey: “Mientras estés en el poder, temblando ante mi Palabra y confiando en mí, no verás los juicios que están por venir. No ocurrirán durante tu reinado.”
Nuestra ventana de oportunidad para responder al llamado de Dios es breve. Debemos orar para que nuestra nación se arrepienta y vuelva al Señor. Pero debemos orar más intensamente por nuestros propios temores: “Señor, permite que yo tiemble, no ante los desastres, sino ante tu Palabra. Quiero oír tu voz acerca de todo esto. Has que yo me convierta a ti completamente.”